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Carlos D. Pérez
SIETE LUNAS DE SANGRE


chapter 13

En la primera quincena de enero de 1611, el palatino György Thurzó redacta una carta para su mujer: "Me siento dichoso de escribirte, amadísima esposa. He mandado prender a Erzsébet Nádasdy. Esa maldita mujer estaba abajo, en Csejthe, y ahora la llevan a su castillo, donde quedará encerrada. A los demás, al cruel joven y a las brujas, los mando a nuestro castillo de Bicse. Estarán bajo tu custodia; enciérralos de forma segura. Puedes dejar a las mujeres en la aldea, las he mandado encadenar; pero el joven Ficzkó debe permanecer prisionero en el castillo; que los sirvientes lo tengan a buen recaudo.

"Megyery y el sacerdote Ponikenus me acompañaron en una inspección del castillo de Csejthe, de la que en honor a ti prefiero evitar el sinfín de hallazgos escabrosos que aún me erizan los pelos; pero te diré que en los sótanos encontramos a una muchacha muerta y a otra agonizando. También descubrimos a otra, enferma y cubierta de llagas; unas cuantas más estaban en reserva para el siguiente sacrificio. El pobre Ponikenus ha debido reconocer en alguna de ellas a una conocida, porque en un momento comenzó a correr como loco profiriendo a gritos un nombre: Catalina. No hubo forma de que explicase nada. Debimos reducirlo por la fuerza y disolver su excitación con alcohol.

the birth of the compass

"Una joven al servicio de la Condesa nos indicó un cofre, donde hallamos una lista de las víctimas redactada de puño y letra por Erzsébet. Es espantoso, suman seiscientas diez muchachas".

Ese mes deliberan en Bicse veinte jueces, quienes escuchan el testimonio de trece personas, pero ninguno se anima a interrogar a la Condesa. Las mismas preguntas les son formuladas a cada una, sin que haya constancia de las condiciones en que se logran las respuestas. Los testigos e inculpados no entienden mayormente lo que se les dice, pues apenas hablan otra cosa que el dialecto tot.

Los testimonios, asentados con claridad, pasaron tiempo después a los Archivos del Cabildo de Grán --Esztergom- y luego a los Archivos de Budapest. En el transcurso de cientos de años las ratas se alimentaron de las víctimas de la Condesa asentadas con tinta; sólo algunos fragmentos de los testimonios, como los que siguen, se salvaron de esa gula1.

Ficzkó.

Preguntado por cuántas mujeres había matado, responde que a treinta y siete jóvenes.

-¿De dónde procedían?

-No lo sé.

-¿Quién las había llevado?

-Dorkó y otra fueron a buscarlas. Les dijeron que fueran con ellas a un buen puesto para servir. Una de las últimas, que venía de una aldea, tardó más de un mes en llegar y la mataron inmediatamente. Eran sobre todo mujeres de distintas aldeas quienes se ponían de acuerdo para llevar muchachas. Mataron hasta a la hija de una de ellas; entonces su madre se negó a llevar más. Yo también fui a buscar con Dorkó. Había una mujer especial que no mataba pero enterraba. La mujer de Ján Bársovny fue también a procurar criadas por la zona de Taplanfalve; y una croata de Sárvár, y también la mujer de Matthias Oetvos que vive enfrente de los Zsalai. Hasta la mujer de Zsabó llevó muchachas, y también su propia hija, aún a sabiendas de que la matarían. Jó Ilona también llevó muchas...

-¿Qué torturas empleaban?

-Les ataban muy fuerte las manos y los brazos con cuerda de Viena y las golpeaban mortalmente, hasta que se les ponía el cuerpo negro como el carbón y se les abría la piel. Una aguantó más de doscientos golpes antes de morir. Dorkó les cortaba uno a uno los dedos con unas tenazas y luego les pinchaba las venas con tijeras... Cuando las costureras hacían mal el trabajo, las llevaban por eso a la sala de tortura. Un día, la propia Señora le metió los dedos en la boca a una y tiró hasta que se les desgarraron las comisuras... La Señora les hincaba alfileres por todas partes; asesinó a la muchacha de Sitkey porque había robado una pera... La Señora siempre recompensó a las viejas cuando habían torturado bien a las muchachas. Ella personalmente arrancaba la carne con tenazas y daba cortes entre los dedos. Mandó que las llevaran a la nieve, desnudas, y las regaran con agua helada; ella misma las regó y se murieron... A veces dejaban a las muchachas sin comer ni beber durante una semana y estaba prohibido darles comida o agua. Por cualquier falta, a veces hasta cinco muchachas desnudas debían trabajar así a la vista de los criados en su labor o atar o hacer leña en el patio.

-¿Qué se hacía con los cadáveres y cuántos había?

-La vieja, la enterradora, se encargaba de ellos. Yo mismo enterré cuatro.

-¿Las torturaba personalmente la Condesa?

-De vez en cuando, pero la mayor parte de las veces mandaba que las torturaran.

-¿Cuánto tiempo hacía que la Condesa trataba así a las muchachas?

-Empezó cuando aún vivía su marido, pero entonces no las mataba... La Señora tenía una cajita en la que había un espejito ante el cual hacía hechizos durante horas. La bruja había preparado, cierta vez, un filtro que le llevó a Erzsébet y ella se bañó una noche en una artesa para hacer pan. Después devolvió parte de esta agua al río. Cuando otra vez se bañó de ese modo con leche, con el líquido que quedaba hizo cocinar un pastel que debía ofrecerse al Rey, al Palatino y a Megyery.

Jó Ilona

Afirma haber vivido con la Condesa durante diez años, tras haberse iniciado como ama de cría de sus hijos. Ignora cuántos fueron los asesinatos, pero sabe que el número es elevado; ella mató a cincuenta. A continuación enumera unas cuantas de las que conoce la identidad.

Confiesa haber golpeado ferozmente a las muchachas, agregando que Darvulia solía meterlas en agua fría y las dejaba toda la noche.

La Condesa solía poner sobre las manos de las víctimas llaves o monedas al rojo vivo.

Cierta vez, en presencia de su marido Ferencz Nádasdy desnudó a una joven y la untó con miel para que la picaran las hormigas. Después fue asesinada por Darvulia.

Jó Ilona reconoce haber estado encargada de meter entre las piernas de las muchachas papel aceitado para luego prenderlo fuego. Algunas mujeres entregaban mujeres a cambio de dinero, otras recibían regalos, como una chaqueta o una falda.

Dorkó cortaba con tijeras las venas de los brazos de las víctimas. Había tanta sangre que tenía que hechar ceniza alrededor de la cama de la Condesa, y ésta debía cambiarse el vestido.

Cuando Darvulia enfermó, las demás criadas siguieron torturando. En Viena, los frailes de enfrente arrojaban cascos de pucheros a las ventanas cuando oían gritos de dolor.

Dorkó

Dice haber servido a la Condesa desde cinco años antes a instancias de Jó Ilona, quien le ofreció un buen salario.

Mató a treinta mujeres, sirvientas o costureras, procedentes de varios lugares.

La Condesa torturaba a las jóvenes con cucharas al rojo vivo y les aplicaba en la planta de los pies una plancha incandescente. Les arrancaba la carne en los lugares más sensibles de los pechos y de otras partes con unas tenacillas de plata. Las mordía, mandando que se las llevaran junto a la cama cuando guardaba reposo por enfermedad.

Kata Beniezky

Comenzó a trabajar como lavandera luego de la muerte del marido de la Condesa. Ignora cuántas mujeres fueron asesinadas, pero le parece que unas cincuenta. Ella no intervino y tampoco sabe de dónde las traían.

Alguna vez llevó comida a las prisioneras y la Condesa la castigó por ello.

Darvulia habría enseñado las torturas más crueles a la Condesa, quien gritaba "más, más fuerte".

Reconoce que Erzsébet le regaló catorce faldas a sus hijas.

La Condesa prefería sus consejos a los de otras criadas.

Una vez, Dorkó dejó morir a cinco muchachas, obligándola a ella a meterlas debajo de la cama en un cuarto y fingir que les llevaba comida. El olor se extendió por el castillo e incluso en las inmediaciones. Acabaron por meterlas en un foso para el trigo.

En Viena, la Condesa torturó y dio muerte a Ilona Harzy, quien tenía una hermosa voz.

Una vez llevaron ante la Condesa a dos hermanas, ella eligió a la más hermosa para matarla.

Otros testimonios, de habitantes de Csejthe, son menores: un tal György Kubanovic dice haber presenciado, de paso por el castillo y observando desde la sombra, la tortura de una joven que luego fue quemada. Otros dan fe del entierro de dos muchachas en el cementerio de Csejthe y de una en Podolié, una aldea cercana, conjeturando que cuando Ponikenus sospechó de los crímenes los cadáveres habrían comenzaron a ser enterrados en Podolié. Ján Chrapmann habla de una mujer que habría conseguido escapar y que le dijo que la Condesa torturaba personalmente a las víctimas, para luego asesinarlas. Cierta vez la había visto torturar a una muchacha desnuda, atada, cuyos brazos estaban bañados en sangre. Suza, una joven que estaba al servicio de la Condesa en el castillo, afirma que cometía crímenes horrorosos ayudada por Jó Ilona, Dorkó, Darvulia y Ficzkó. Kata, en cambio, asistía de buen corazón a las víctimas, llevándoles de comer con riesgo para su persona. La viuda de Kovách, quien sirviera tres años a la Condesa, afirma haber visto por lo menos treinta mujeres muertas. También refiere que en el castillo se preparaban, a instancias de Darvulia, maleficios y venenos. Una mujer llamada Anna, viuda de Stephen Gönczy, dice que ente las muertas estaba su propia hija de diez años, pero que Dorkó le impidió verla.


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